El intérprete valenciano Arturo Barba participó en el último concierto de la catedral de Notre Dame

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El intérprete valenciano Arturo Barba participó en el último concierto de la catedral de Notre Dame

El intérprete valenciano Arturo Barba fue invitado al ciclo de órgano de la catedral de Notre Dame, el último concierto celebrado en la catedral parisina cinco semanas antes del fatídico incendio. El organista del Cap i Casal fue el único intérprete español invitado.

El órgano de Notre Dame se remonta al siglo XVIII y cuenta con más de 8.000 tubos y unas “posibilidades tímbricas extraordinarias”, señala Barba. “Su potencia, su proyección sonora, el equilibrio de los diferentes teclados, la presencia de los graves…arquitectura y sonido son inseparables en lugares como Notre Dame”, añade.

En ese momento Barba no sabía que su primer concierto allí sería también el último, pues a pesar de que el instrumento no ha sido completamente destruido por el fuego, sí ha sufrido importantes daños. “El órgano estaba cuidadosamente calibrado para la acústica de la catedral. Notre Dame es un templo grande, con una reverberación elevada pero no excesiva, muy compatible con la música de órgano”, apunta. Tras el incendio, el músico se muestra preocupado por la reconstrucción del templo y la acústica y señala que “en un espacio de este tipo depende mucho la geometría y los materiales de acabado de las grandes superficies que lo componen, y una de ellas sin duda es la cubierta interior de la catedral que se tendrá que reconstruir en los próximos años”

Arturo explica emocionado que “haber interpretado un concierto de órgano en la catedral de Notre Dame de París ha sido sin duda un privilegio enorme”. “Es un icono, es mucho más que una de las catedrales más famosas del mundo. Su órgano es para cualquier organista uno de los instrumentos más importantes del mundo por su calidad, tamaño y sonido, pero también por su historia, tradición y significado”, afirma.

Admite que nunca olvidará el “respeto” y “emoción” que le produjo sentarse frente al instrumento y tocarlo durante seis horas a puerta cerrada con la catedral vacía. “El espacio, el órgano y yo. Fue una sensación indescriptible”.

Fuente: Levante – EMV. 

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