El hombre prudente

El hombre prudente

Conocí a Pedro Solbes a principios de los años 80, cuando era un alto funcionario dedicado a preparar la adhesión de España a la entonces Comunidad Europea. Aún no había sido nombrado secretario de Estado para ese cometido, cargo al que accedió de la mano de Felipe González en 1985, pero ya formaba parte del equipo que el Gobierno de España había formado para negociar la incorporación de nuestro país al mercado europeo y a esa reunión donde yo lo vi por primera vez, celebrada en Benidorm, acudió junto al entonces ministro de Comercio y Turismo con UCD, Luis Gámir.

Me pareció entonces un técnico. Pero era un político. A la postre, uno de los alicantinos que alcanzó puestos de mayor relevancia: fue dos veces ministro en los gobiernos de Felipe González y vicepresidente del Ejecutivo con Zapatero. Pero en el ínterin entre ambos líderes socialistas, también fue comisario europeo de Asuntos Económicos, un cargo para cuyo nombramiento el Gobierno de José María Aznar no puso objeciones.

Casi todas las veces, le tocó bailar con la más fea. Vivió desde dentro el agónico final de la primera etapa del PSOE al frente de España y fue el responsable de Economía y Hacienda en lo peor de la Gran Recesión que estalló en 2008. Pero, aunque al final sí dejó clara su falta de sintonía con la política que estaba desplegando Zapatero e incluso llegó a confesar que había sido un error no dimitir antes, nunca se le escuchó ninguna estridencia. Era, por encima de todo, el hombre prudente, como demostró también en la campaña para las elecciones generales de 1996, en la que encabezó la lista al Congreso de los Diputados del PSOE por Alicante. Federico Trillo, que lideraba la del PP (la de Izquierda Unida la ostentaba el luego conseller Manuel Alcaraz), trató una y otra vez durante aquellas semanas de buscar el cuerpo a cuerpo con él, sin éxito alguno. Al final, Trillo le agradeció su talante. Los ciudadanos, también.

Solbes, que en estos últimos años colaboró con Conexus, la asociación que trata de poner en valor la Comunidad Valenciana en Madrid, se ganó el respeto de todos, a derecha y a izquierda. Pero no por colocarse de perfil, sino por acometer de frente las peores situaciones sin desviar responsabilidades. Para el archivo personal del que esto escribe, queda la reflexión que me hizo una tarde antes de intervenir en el Club INFORMACIÓN, a cuento de las dificultades para afrontar una crisis tan grave como la financiera en un país con una estructura como el nuestro: “España es a muchos efectos un país federal, pero de forma clandestina. Y esa indefinición respecto a las responsabilidades de cada cual nos lastra enormemente”. Aún estamos así.

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