09 Oct Valencianos es el núcleo del centralismo por Levante- EMV
Se celebra un encuentro de valencianos en Madrid para debatir sobre el centralismo.
Ya han pasado cerca de 40 años del Estatud D’Autonomia.
Levante-EMV reúne a cuatro valencianos de referencia en Madrid para reflexionar sobre modelos de país, relaciones bilaterales y descentralización.
Esteban durante el encuentro: el AVE iba a llevar a miles de madrileños a València y ha ocurrido lo contrario.
Llegó a Madrid para hablar de esto, de centralismo y descentralización, de núcleo expansivo y policentrismo. Llegó con tiempo y caminó por la Gran Vía, que siempre le ha parecido un terreno hostil.
(Artículo de Alfons García para Levante EMV)
El primero que llegó al encuentro fue Ciprià, el más veterano con vida en Madrid, 30 años en el Congreso. Ahora ya no legisla, pero sigue pasando parte de su tiempo en la capital. El taxi de Esteban ha quedado atrapado en un atasco. No es sorpresa.
Previamente llegó Joan, con una mochila pesada, dos chaquetas y una sonrisa de adolescente. Están todos. El fotógrafo respiró. Manuel se une a través de una pantalla de ordenador en la sede de Conexus, una de sus casas en Madrid. Tiempos modernos, que permiten salvar distancias de espacio y que el debate funcione.
Primero un café. ¿Tú tomas muchos, Joan, yo estoy viciado? Sólo el de después de comer. Desayuno horchata. Más valenciano, imposible. ¿Y tú, Alfons? Más de los que debo. Esteban se sienta con el café que acaba de prepararse en la mano. Hay gente que tiene la capacidad de convertir todas las habitaciones en propias.
¿Hay centralismo en España? «¿No lo notas?», ironiza Joan Baldoví. «Claro que lo hay. Se ve con los temas que entran en el debate público. Parece que lo que pasa en Madrid es más importante».
Un estado centralista, ¿sí o no?
Centralismo, sí, pero con matices, replica Esteban González Pons. «No existe ya centralismo administrativo. Quizá tampoco político. Pero desde luego hay un nuevo y terrible centralismo sociológico y económico, muy difícil de combatir, porque Madrid se está separando del resto de España». No es exclusivo. Es lo mismo que pasa con Londres, París o Roma, que «empiezan a ser países distintos al propio país en el que están situadas».
El presidente de la Fundación Conexus, creada para estrechar los vínculos entre Madrid y la C. Valenciana, profundiza en la idea. «No creo que uno de los problemas importantes de nuestro país sea si es un modelo centralista». Lo que sucede, y que explica que Madrid se haya situado en el punto de mira del resto de autonomías, en espe- cial de la valenciana (Ximo Puig ha hecho bandera de la lucha contra el efecto capitalidad y de la necesidad de un proyecto federal y descentralizado), es consecuencia de «un movimiento mundial que hace que en cada país haya menos centros de decisión», razona Manuel Broseta. «Todo se está concentrando en menos ciudades, que cada vez van a ser más importantes, y Madrid es una de ellas». Su propuesta pasa por más colaboración y menos batalla política, más mirar
hacia dentro y menos hacia posibles enemigos externos. «Tenemos proyectos propios importantes, que permitan crecer a España, porque somos complementarios, no competitivos», afirma.
Ciprià Ciscar aporta una mirada con perspectiva. La experiencia enseña que el mundo no se creó ayer. Y menos este rincón pequeño que quizá no sabe aún que es pequeño. ¿Centralismo? Con matices, dice. «¿Hay más centralismo que hace 40 años? Evidentemente, no». Sí que hay intentos de centralismo, precisa, pero ha habido cambio y transformación desde 1978 hasta ahora. En estos 40 años hay descentralización, aunque es indudable que también hay desajustes, como en la financiación de los territorios».
Además, recuerda de dónde venimos: las comunidades no estaban definidas constitucionalmente. Todo se ha tenido que crear.
La financiación es otro tema. Antes toca el modelo territorial. Au- tonómico, federal, plurinacional, polifónico o policéntrico. Son cali- ficativos que en los últimos años se han abierto hueco. Uno de los últi- mos debates es sobre la descentra- lización de instituciones. Puig ha incidido en ello, presiona en el PSOE e incluso ha puesto ejemplos de posibles mudanzas: Puertos del Estado, a València; el Tribunal Constitucional, a Cádiz. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha defendido la descentralización, pero limitada a organismos nuevos.
Descentraliza que algo queda González Pons demuestra su capacidad para fabricar titulares. «Des- centralizar instituciones es poner un parche, es repartir el peso de la administración, pero no traslada actividad económica», sostiene. «Esto ya va menos de cuánto nos atiende Madrid y más de quiénes somos y quiénes queremos ser. El proyecto de Comunitat Valenciana que elaboramos entre todos en los 80, que venía a ser la fusión pacífica del proyecto de País Valencià y Regne de València, se ha agotado». Daría para otro debate y algunos más. El eurodiputado del PP señala la necesidad de pactar un nuevo modelo vinculado a la importancia de la ecología para el futuro, una agricultura competitiva y una economía digital y verde.
Baldoví sí cree que descentralizar sirve, al menos simbólicamente, porque «muchos tenemos la percepción de que todo está en Madrid. Este Estado ha tenido pocos gestos con los territorios».
Sobre el modelo de país, el diputado de Compromís inclina el fiel de la balanza sobre el hecho de que los valencianos han tenido poco que ver en las decisiones que les han afectado como territorio. «No hemos intervenido como actores políticos a la hora de decidir qué queremos».
Ciscar apoya la descentralización, pero considera más importante hablar del contenido de las instituciones. Lo real. Hay un caso sobre el que hay coincidencia: el Senado, un organismo que de poco sirve como cámara de segunda lectura. Podría irse de Madrid a Barcelona. «El desplazamiento territorial determinaría algo, pero las competencias o la actuación sin duda son mucho más relevantes», asevera. Después estarían la conferencia de presidentes autonómicos y las co- misiones interterritoriales, Y luego, los elementos de coordinación de la cogobernanza (un concepto que en el pasado no estaba en la con- versación política). Eso es lo real, dice Ciprià. Lo valioso.
Broseta pide responsabilidad. «No podemos estar constantemente buscando el agravio. ¿Qué parte de eso es culpa nuestra y qué parte es de la llamada Madrid?», se pregunta. Llama a evitar tentaciones «partidistas». «Tenemos que poner el interés general por encima de todo». «El debate no es yo contra Madrid o yo con Cataluña. El debate que puedo hacer con andaluces, catalanes o madrileños, con todo el mundo, para que España sea un país más grande y pinte algo» en un orden nuevo que tiene a las megalópolis. «Hay que ser más positivos. Dejemos de quejarnos, dejemos el pasado», sentencia.
Baldoví se siente interpelado. «La sociedad valenciana está de acuerdo en el corredor mediterrá- neo. ¿Y por qué no está hecho ya? El túnel pasante de València. Está toda la sociedad de acuerdo, no está hecho y se está haciendo el de Chamartín. ¿Hay centralismo? ¿No está la sociedad valenciana de acuerdo con la financiación? Y han pasado 30 años. A lo mejor hay que seguir reivindicando y ser muy duro», responde.
El vicepresidente del grupo popular en el Europarlamento y exmiembro de la dirección nacional del PP entra en acción. «Si pudiera poner un título sería ‘Nos falta unidad a los valencianos.’ No hay un problema de centralismo para nosotros, hay un problema de falta de unidad entre nosotros», reflexiona González Pons.
El puerto entra en escena
La ampliación del puerto de València se convierte en el invitado sorpresa del debate. Aparece de forma recurrente sin estar en el guión y sirve como ejemplo del momento valenciano. Broseta es el primero en citar. «Hemos ido a Bruselas unos valencianos a defender el puerto y otros en contra de la ampliación. Supongo que en Bruselas habrán dicho ”estos señores no se aclaran ” .
González Pons expone su testimonio. «Yo que estaba allí os cuento que esto se ha debatido en la última comisión del Parlamento Europeo, una comisión que no toma decisiones ejecutivas, y una tarde en la que no estaban presentes más que los que habían venido de València a debatir. Fue una reproducción exacta de lo mismo que discutimos en València, pero con viaje pagado a Bruselas y noche de cena de mejillones. Nuestro problema no es que no nos escuchen. Nuestro problema es que no nos hacemos oír y que nos creemos nuestros propios engaños».
De regreso al eje del debate, el popular coincide: «La conferencia de presidentes es un Senado cutre. Deberíamos tener un Senado que fuera una reunión de los presidentes autonómicos para que nuestro sistema fuera reflejo del sistema descentralizado en el que vivimos». Ciscar, que vivió en primera persona la Transición y fue luego el hombre que manejó los hilos en el PSOE en la España de Felipe González, recoge el guante. «Ha faltado unidad entre los valencianos para configurar momentos importantes en su autonomía, tienes toda la razón. Desde la redacción de los estatutos hasta hoy». Pero su mirada vuelve hacia lo positivo: «¿Qué parece en estos momentos esperanzador? Que por primera vez hay unas coincidencias no sólo políticas, sino económicas y sociales»
Ciprià Ciscar; Se refiere a la financiación justa.
Eso es así, pero Joan recuerda cómo hace unos días los partidos no fueron capaces de ponerse de acuerdo para cambiar la palabra ‘disminuido’ en la Constitución. «Hemos visto cómo ha bajado la calidad del debate», concluye. Con respecto a ello y a la polarización, Broseta apunta a otro fenómeno internacional: la necesaria simplicidad de los mensajes. «Y eso lo sufrís los políticos, pero también lo aprovecháis». Esteban levanta el bolígrafo. «La política se polariza porque tiende hacia la indiferencia. Es la irrelevancia del político lo que
Manuel Broseta hace a este ser polarizador y polémico. El político que siente que no es escuchado grita».
Madrid y València, dos visiones. Queda hablar de Madrid y València. «Subyacen dos visiones distintas, la de la C. Valenciana, que han decidido los votantes, que es más social, y la de Madrid, cuyos ciudadanos han decidido que quieren economía», señala Broseta. El abogado y empresario sostiene que en Madrid estarían deseosos de colaborar en muchas cosas e invita a superar barreras ideológicas y entenderse para «construir un país mejor».
González Pons ha tenido que hacerse viejo para descubrir que la política es economía. Así lo dice. «El debate sobre cómo vamos a repartirnos lo que tiene Madrid nos conduce a todos a una situación de ma- yor pobreza. El verdadero debate sería cómo cambiar la C. Valenciana para que vuelva a ser una comunidad creadora», afirma. El debate de las infraestructuras «es de la Restauración. A mí ahora me falta tecnología». «Es muy goloso enfrentarse a Madrid, pero a quién tenemos que enfrentarnos es al Gobierno central». El encuentro acaba. El debate continúa abierto.