16 Dic València recupera el guarapo, la bebida revitalizante de canyamel que trajeron los árabes en la Edad Media
El puesto de Jalil en el Mercado Central de València, el único que ofrece el guarapo, zumo natural y recién exprimido de caña de azúcar, íntimamente ligado a la historia de las tierras valencianas.
Jalil, con su máquina extractora recién importada, levanta la curiosidad de los clientes del mercado y explica que “sobre todo han venido sudamericanos, que añoran el guarapo que beben en sus países. También valencianos más mayores, que recuerdan cuando eran pequeños y se pasaban el día mascando cañas de azúcar que se cultivaban sobre todo en los pueblos de l’Horta Nord”. De hecho, El Barrio marítimo del Canyameral debe su nombre al cultivo de esta planta, que también experimentó una gran expansión al sur de la comarca de La Safor.
Jalil, un jordano de origen palestino y ciudadano español desde hace más de dos décadas, defiende las bondades de su producto y manifiesta que “la gente se equivoca cuando piensa que este zumo engorda. Un vaso solo tiene 15 calorías. Lo que tiene son azúcares simples, no procesados; no tiene nada que ver con el azúcar refinado. Sin embargo, tiene doce vitaminas y muchos minerales. Estoy seguro de que este zumo va a tener una gran aceptación entre gente que no lo ha probado todavía”. Efectivamente este producto es rico en calcio, potasio, hierro y magnesio, lo cual le dota de propiedades diuréticas, antioxidantes y depurativas, lo cual le convierte en un perfecto aliado para una noche de excesos navideños.
Para la obtención del jugo de la caña se requiere de una máquina muy potente que no se comercializa en España. En cuanto a las variedades, Jalil indica que utiliza la verde, de cultivo ecológico, que se trabaja en poblaciones como Bétera, Paterna o Alzira y que “es la variedad que resiste mejor el frío y de la que se puede obtener más zumo. La misma que se utiliza en Cuba, por ejemplo, para producir ron”.
La caña de azúcar es originaria de Nueva Guinea, desde donde los antiguos navegantes la llevaron a India, China y otras regiones de Oriente en las que su consumo sigue siendo muy popular. En el año 642 a. C. los persas invadieron la India, de la que adoptaron el cultivo de la caña. Su cultivo se siguió extendiendo; en el siglo VII d. C. los árabes conquistaron Persia y llevaron el azúcar al norte de África. Fue allí donde los químicos egipcios perfeccionaron su procesamiento y la empezaron a refinar.
El cultivo de caña de azúcar entró a la Península Ibérica de la mano de los árabes llegando inicialmente a Andalucía, seguidos de las Islas Canarias y otras zonas con climas cálidos y tierras fértiles.
A partir del siglo XV, el cultivo del canyamel gozó de gran esplendor agrícola e industrial, que posteriormente con la expulsión de los moriscos, comenzó a entrar en decadencia, produciéndose una reducción drástica en el siglo XVIII. Según apuntó hace unos años el bibliógrafo Rafael Solaz, la reforma arancelaria de 1869 hirió gravemente la fabricación de azúcar y por consiguiente también del canyamel. “Se transformaron y desaparecieron los ricos marjales de Castellón, los de Benipeixcar, Gandía y la Valldigna. Y en València permanecieron cultivos residuales en el Marítim, precisamente en el área del así titulado Canyamelar, aunque con los años desaparecieron por completo”. Por entonces, el gran negocio del azúcar ya se había trasladado a Sudamérica, donde el exquisito guarapo se convirtió en la reina de las bebidas del pueblo.
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