17 Feb El acueducto romano más largo de la Península Ibérica se construyó en Valencia
El arqueólogo y arquitecto Miquel Ramón Martí Maties, descubre que el conjunto arquitectónico de la Peña Cortada conducía el agua a través de cien kilómetros, desde el nacimiento del río Tuéjar hasta el centro de la capital.
“Valencia no tenía, como otras poblaciones cercanas, un manantial del que abastecerse y la idea de que los romanos utilizaran el agua de un pequeño río nacido en Aragón -el Turia- no correspondía con la magnitud de su imperio”, explica el arqueólogo, lo cual le llevó a centrarse en el estudio de dicha localización desde el 2001, descubriendo así el mayor acueducto que Roma construyó en la Península Ibérica.
El conjunto de la Peña Cortada de Chelva es uno de los atractivos del interior de la Comunidad Valenciana. Se trata de una ruta natural muy concurrida, que hoy gana aún mayor magnitud. Hasta ahora se creía que este conjunto de infraestructuras formada por puentes y canalizaciones escarbadas en las montañas y de origen romano, extendía su recorrido desde su origen en el río Tuéjar hasta Domeño, lo que supone un recorrido de 28,6 kilómetros que atraviesa los municipios de Chelva, Tuéjar y Calles.
Sin embargo, el doctor en arquitectura por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), partiendo del planteamiento de que “una obra de esa consistencia, equiparables a cualquier construcción similar, no podía desaparecer allí”, inició en el año 2001 una serie de investigaciones intermitentes.
Martí fue localizando diferentes puntos concretos, entre canales y acequias, donde se perdía al pista de la infraestructura, desde las localidades de Domeño hasta Villamarxant, donde se ubica otro segmento de 26 kilómetros de longitud que, tras la caída del imperio romano, abasteció a la ciudad de Valencia cogiendo agua del Turia.
Entre los fragmentos de dicha infraestructura, los arqueólogos encontraron incluso, anotaciones donde pueden leerse los nombres en romano de quienes habitaban las villas a las que abastecía la obra a través de los canales.
Un total de 98,6 kilómetros de acueducto, de los cuales hay unos 60 visibles en la actualidad, que partían del manantial del Tuéjar y que terminaban donde actualmente se ubica la plaza del Tossal, en pleno centro de València. Casi cien mil metros de recorrido que transcurría por otras poblaciones de la provincia como son Gestalgar, Pedralba o Manises, lo cual le convierte en el sexto monumento más largo de la época romana (siglo I d.C.).
En la zona conocida popularmente como “Balcón del Diablo”, todavía pueden verse restos del derrumbe que sufrió la primera estructura romana y que “falsificó la imagen de que el acueducto no se terminó”. La humedad y las filtraciones de agua dañaron las rocas de toba, un material con el que podían trabajar muy rápidamente pero que acabó por anular más de seis kilómetros del trazado, por lo que en ese momento, “tuvieron que buscarse la vida para salir del paso”.
Los ingenieros de esa época, decidieron añadir unos doce kilómetros adicionales “adaptándose a las rocas de las montañas que encontraban a su paso”, ha explicado el arquitecto y arqueólogo.
Más tarde, tras la caída del imperio romano, la magnitud de la construcción hizo imposible su mantenimiento y fue amputan, dejando que el agua llegara a Valencia desde Villamarxant, un cambio que condenó al resto de la infraestructura pero que a pesar de ello, fue aprovechada por bizantinos, visigodos, árabes y cristianos.
Estos datos también reforzaron la tesis de que se trataba de varias obras inconclusas. Por ejemplo, se crea que el acueducto de Calles, acababa en Domeño Viejo porque servía para abastecer al balneario de Verche.
Martí Maties advierte de la necesidad de proteger este legado histórico para que pueda seguir formando parte de nuestro patrimonio, de hecho, el acueducto de la Peña Cortada fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en 2004 a propuesta del Consell València de Cultura (CVC).
El órgano dependiente de la Generalitat, destaca su alto valor paisajístico y medioambiental en una zona, comarca de los Serranos, que padece una gran despoblación y que encuentra en el turismo de interior y de segunda residencia, sus grandes aliados.
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