15 Sep Cuatroochenta: la tecnológica humanista que salió a Bolsa
La empresa, que ha multiplicado empleados, cifra de negocio y beneficios, ha duplicado en un año su valor hasta 40 millones de euros
Es una empresa tecnológica pero no una start-up. En una década ha pasado de 10 a 200 empleados con clientes en 21 países, pero no se consideran una multinacional. Ha elevado un 100% sus ingresos y beneficios, pero no tienen una estrategia agresiva. Fue la primera firma que cotizó en la plataforma BME Growth desde el Entorno Pre Mercado (un programa formativo de Bolsas y Mercados enfocado en pymes), la primera que lo hizo en pandemia, al margen de las socimis. Cubrió el objetivo de la ampliación de capital (2,5 millones de euros) en 24 horas y las peticiones de compra rozaron los 16 millones. Su valor en menos de un año ha pasado de 20,8 millones a cerca de los 40. Su propósito: “No ponernos límites, pero sin perder nuestra filosofía, sin comprometer el modelo”.
“Tecnología al servicio de las personas”, “visión holística”, “valores”, son algunos de los términos con los que se define Cuatroochenta. Sus servicios se distribuyen en tres líneas. Por una parte, solventan problemas con la implantación de soluciones informáticas ya existentes. Cuando son problemas concretos de un sector o empresa, se crea un software específico. Y, en tercer lugar, ofrecen ciberseguridad.
La sede de Cuatroochenta, o 480, ya refleja lo que es. Sus oficinas en el Parque Científico y Tecnológico (Espaitec) de la Universidad Jaume I de Castellón no son espacios impersonales. No hay despachos. Los puntos de trabajo se organizan por áreas de desarrollo de los servicios. Sí que existen salas de reunión y solo hay una puerta que casi nadie puede abrir: la que desarrolla y vigila el trabajo de ciberseguridad. Sus empleados pasean el logo de la empresa en camisetas, correas para las tarjetas de identificación y mascarillas. Y hablan de la firma como de algo propio. Los cofundadores de Cuatroochenta, Sergio Aguado y Alfredo R. Cebrián, lo han conseguido haciéndoles partícipes de información y de los beneficios de la firma, posibilitando que cobren una parte de su salario en acciones y dejándoles autonomía en muchas de las decisiones que toman cada día. Creen que todos reman por la misma ruta y a diario reciben una newsletter que les permite mantener una de sus premisas, la transparencia con lo que hacen y la marcha de los proyectos.
La pandemia les pilló como a todos, pero con algunas diferencias. Ya tenían un programa de flexibilización de horarios para conciliar, con lo que sabían qué era trabajar desde casa. Además, en las oficinas solo suena el silencio, y algún teclado, porque están acostumbrados a hablar entre ellos por chat, así que la comunicación tampoco cambió mucho. “Pero nos faltaba el café, los encuentros y llegó la incertidumbre”, comenta Cebrián. Sin embargo, en 2020, la compañía cerró con 11,75 millones de euros de ingresos, el doble que el año anterior, y un ebitda de 1,61 millones, y en el primer trimestre de 2021 registró un aumento de los ingresos del 121%.
Ambos dudan sobre sus cualidades como emprendedores, pero el hecho es que en noviembre de 2011, con 3.000 euros, montaron la empresa para poder facturar un trabajo que habían hecho juntos. No hubo un gran socio capitalista que los encumbrara al inicio, ni su objetivo era “pegar un petardazo” y desaparecer. “Nuestro modelo es el clásico”, asegura Alfredo R. Cebrián, consejero delegado de la compañía. “Tenemos planes de negocio que cumplimos. Siempre tenemos todo muy controlado y con todos los panoramas posibles. Reflexionamos cada decisión”. “Planificamos sin riesgo y las cifras lo sostienen”, añade Sergio Aguado, director de Sistemas.
Cebrián se formó en publicidad y también en negocio. Trabajó de camarero, repartidor de periódicos, montador de conciertos, “pero siempre duraba poco porque no creía que lo mío fuera trabajar para otros”. Aguado es informático. En una familia de funcionarios, estudiar Ingeniería Informática, sacarse la carrera en un año menos de lo reglado y dejar el doctorado no se acababa de entender, pero él lo tenía claro: “Lo que aprendíamos no era real”.
“Somos una empresa de provincias, nuestros vecinos no cotizan en el Ibex, pero este es un sitio muy atractivo para trabajar”. Ninguno es de Castellón. Alfredo nació en Teruel, Sergio en Segovia. Llegaron a la Comunidad Valenciana para estudiar y no parece que quieran moverse de allí. Su ubicación no ha sido merma para la internacionalización y cuentan con oficinas en Colombia, Panamá, República Dominicana, Chile y Costa Rica. Tampoco es obstáculo para seguir con la adquisición de empresas después de que la salida a Bolsa haya ampliado las oportunidades.
Clientes
Se conocieron en unas sesiones que montaba Espaitec entre los autónomos y pequeñas empresas que entonces empezaban a aflorar. Estaba a punto de estallar el bum de los smartphones y, de hecho, tomaron su nombre de la resolución de pantalla que tuvo el primer iPhone. Se entendieron. Había que hacer una tecnológica con visión de negocio real. Sabían que no debían pensar en aplicaciones dirigidas al usuario, muy difíciles de monetizar, y se fijaron en las empresas. Hoy, entre sus clientes está la Sareb, para la que han integrado una plataforma de gestión de más de 160.000 activos inmobiliarios mediante mecanismos de control, con información centralizada y un registro de la actividad; o Consum, para los que han desarrollado una aplicación que ha agilizado el paso por caja de los clientes y han aumentado un 30% los usuarios de sus tarjetas de fidelización; o Pavasal, para quienes han implantado un software homologado por la Agencia Tributaria para la digitalización de la recepción y validación de facturas en la nube, ahorrando tiempo y dinero. También han mapeado los grafitis en Barcelona para el servicio de limpieza o los desfibriladores para contribuir a evitar muertes súbitas.
Otra de sus actividades son las charlas #EnModoAvión para promover el uso inteligente y responsable de la tecnología; también impulsan una Cátedra de Inteligencia Artificial, Salud y Bienestar que trabaja ahora sobre la soledad no deseada y el decaimiento cognitivo; han creado su propio ecosistema de innovación y de transferencia de conocimiento de la universidad al sector productivo y participan en otros proyectos de generación de talento. Cebrián y Aguado hablan de tecnología al servicio de las personas. Y dicen que eso es lo que hacen, dejar a sus empleados que hagan su trabajo y democratizar la tecnología para sus clientes.